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21 Días de Ayuno y Oración por la UNIDAD
ENFOQUE SEMANA 2:
- Un espíritu de paciencia y tolerancia con nuestro prójimo.
- Una fuerte manifestación de perdón a otros y a nosotros mismos.
- Restauración de relaciones importantes que se han roto.
Día 14
CONFÍA
«Pues todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice al miedo. En cambio, recibieron el Espíritu de Dios cuando él los adoptó como sus propios hijos. Ahora lo llamamos "Abba Padre."»
-Romanos 8:14-15 (NTV)
«Encomienda a Jehová tu camino, y confía en Él; y Él hará.»
-Salmos 37:5 (RVR)
Un día hace dos años, me dirigía en mi auto de regreso a casa. Me encontraba en un momento decisivo. Hacía varios meses que mi esposo y yo sentíamos que venía un cambio, pero no sabíamos qué era. Después de andar debatiendo conmigo misma, por fin le hice la pregunta a Dios, aquella que no le había hecho porque temía Su respuesta.
Dije, "Señor, sería tan fácil permanecer en donde estoy así de cómoda, realizarme como esposa, iniciar mi tiempo de ser madre, y asentar raíces. Pero hay tantas posibilidades para el futuro. ¿Qué debo hacer?" De momento sentí la presencia del Espíritu Santo manifestarse en mi auto, como si se hubiera sentado a mi lado. Su gloria se hizo notar. Comencé a temblar y se me erizaron los pelos al oír su respuesta audible, como una vibración fuerte en mi pecho que dijo, "No te conozco por ser persona de elegir el camino fácil. Sabes lo que debes hacer. Te mudarás a Dallas."
Esta fue la manera en que Dios me convenció del gran cambio que venía a mi vida, mi familia y mi ministerio. Hasta ese momento (y desde hacía seis años), vivía feliz en Orlando, Florida, cerquita de mis amados abuelos, en especial mi abuela Nancy, quien después de mi madre es el ser que mas amo, admiro y respeto en esta tierra. Anteriormente, en el 2007 Dios nos había hecho mudar fuera de Puerto Rico. Lo hicimos aceptando el reto que Dios nos lanzaba, el de aprender a depender enteramente de Él. Y nos mudamos a Orlando, el único lugar donde teníamos familia que nos entendería y ayudaría con la transición.
La verdad es que al mudarnos fuera de Puerto Rico, lo hicimos sin tener un destino final, prometiendo a Dios que seguiríamos su dirección a donde nos llevara. Sin embargo, al pasar los años nos acomodamos en el verdor turístico y organizado de Orlando. Supusimos que ya no nos mudaríamos mas. Fue justo cuando comenzamos a ver la provisión de Dios que nos permitiría adquirir nuestra primera casa (y así hacerle paso a los pequeñines futuros) y al arraigarnos a ese lugar es que Dios me sorprende con su majestuosa y evidente dirección a mudarme... de nuevo.
Debo confesar con toda honestidad que no me regocijé ni celebré. Hasta se me olvidó dar gracias a Dios por el privilegio de tener ese momento tan sobrenatural y hermoso con Él. Lo único que embargaba mi mente era miedo. Puro. Temía por el bienestar de mis abuelos en mi ausencia. Temía no encontrar amigos tan cercanos que los consideraba familia, como los que había hallado allí. Temía por la provisión de mis necesidades. Temía que no tuviera el dinero para llegar. Y temía también encontrarme en un lugar desconocido y en nada parecido a lo que hasta ese momento había llamado hogar. ¡Uff! Ya imagino lo que debe haber pasado por la mente de Abraham cuando Dios le dijo que dejara a su tierra y a su familia por ir en busca de una tierra que Dios prometió mostrarle, pero en la marcha. No antes (Génesis 12).
El temor llega de repente y es muy inoportuno. Penetra tu corazón y mente como mil agujas buscando desangrar tus sueños. Y usualmente viene justamente en momentos cuando debes obedecer a Dios, con el único fin de hacer germinar la duda. Porque si dudamos de Dios, es como si le dijéramos mentiroso. Y ese es el fin del enemigo de las almas: tratar por todos los medios de rebajar el nombre de Dios a su nivel.
Cuando escuché a Dios ese día en mi auto y me inundaron todos esos pensamientos de temor, comencé a preguntarle acerca de todas ellas como una niña ensimismada en un pequeño berrinche. Para cada una Él tenía una respuesta perfecta que calmaba mi ansiedad al instante. Cuando terminé mi interrogatorio y Él me hubo contestado con tanto amor y paciencia me dijo algo que me hizo estremecer.
-- "¿Recuerdas cuando te prometí, 'Yo te guiaré y tú me seguirás'?"
-- "Sí, Señor," le respondí con mis mejillas bañadas en lágrimas.
-- "Pues, déjame guiarte. Confía."
No hubo otro sonido durante el resto del viaje. Él y yo permanecimos allí, juntos, sin palabras, aunque ya las palabras no eran necesarias. Fui llenada de una paz que no podía explicar. Al llegar a casa, aún sentada en mi auto escribí todo lo que había escuchado al Señor decir. Cuando entré y le conté a mi esposo mi experiencia, él me confesó que Dios le había hablado lo mismo hacía dos semanas, pero por temor no me había dicho nada. Mas cuando leyó lo que copié en esa hoja de papel su temor, al igual que el mío se fue y dijo, "Bueno, entonces nos mudaremos a Dallas." Así hicimos, sin mirar atrás--como Abraham. El último día de este mes cumpliremos un año de haber seguido la dirección Texas y no podemos estar más felices.
Dije, "Señor, sería tan fácil permanecer en donde estoy así de cómoda, realizarme como esposa, iniciar mi tiempo de ser madre, y asentar raíces. Pero hay tantas posibilidades para el futuro. ¿Qué debo hacer?" De momento sentí la presencia del Espíritu Santo manifestarse en mi auto, como si se hubiera sentado a mi lado. Su gloria se hizo notar. Comencé a temblar y se me erizaron los pelos al oír su respuesta audible, como una vibración fuerte en mi pecho que dijo, "No te conozco por ser persona de elegir el camino fácil. Sabes lo que debes hacer. Te mudarás a Dallas."
Esta fue la manera en que Dios me convenció del gran cambio que venía a mi vida, mi familia y mi ministerio. Hasta ese momento (y desde hacía seis años), vivía feliz en Orlando, Florida, cerquita de mis amados abuelos, en especial mi abuela Nancy, quien después de mi madre es el ser que mas amo, admiro y respeto en esta tierra. Anteriormente, en el 2007 Dios nos había hecho mudar fuera de Puerto Rico. Lo hicimos aceptando el reto que Dios nos lanzaba, el de aprender a depender enteramente de Él. Y nos mudamos a Orlando, el único lugar donde teníamos familia que nos entendería y ayudaría con la transición.
La verdad es que al mudarnos fuera de Puerto Rico, lo hicimos sin tener un destino final, prometiendo a Dios que seguiríamos su dirección a donde nos llevara. Sin embargo, al pasar los años nos acomodamos en el verdor turístico y organizado de Orlando. Supusimos que ya no nos mudaríamos mas. Fue justo cuando comenzamos a ver la provisión de Dios que nos permitiría adquirir nuestra primera casa (y así hacerle paso a los pequeñines futuros) y al arraigarnos a ese lugar es que Dios me sorprende con su majestuosa y evidente dirección a mudarme... de nuevo.
Debo confesar con toda honestidad que no me regocijé ni celebré. Hasta se me olvidó dar gracias a Dios por el privilegio de tener ese momento tan sobrenatural y hermoso con Él. Lo único que embargaba mi mente era miedo. Puro. Temía por el bienestar de mis abuelos en mi ausencia. Temía no encontrar amigos tan cercanos que los consideraba familia, como los que había hallado allí. Temía por la provisión de mis necesidades. Temía que no tuviera el dinero para llegar. Y temía también encontrarme en un lugar desconocido y en nada parecido a lo que hasta ese momento había llamado hogar. ¡Uff! Ya imagino lo que debe haber pasado por la mente de Abraham cuando Dios le dijo que dejara a su tierra y a su familia por ir en busca de una tierra que Dios prometió mostrarle, pero en la marcha. No antes (Génesis 12).
El temor llega de repente y es muy inoportuno. Penetra tu corazón y mente como mil agujas buscando desangrar tus sueños. Y usualmente viene justamente en momentos cuando debes obedecer a Dios, con el único fin de hacer germinar la duda. Porque si dudamos de Dios, es como si le dijéramos mentiroso. Y ese es el fin del enemigo de las almas: tratar por todos los medios de rebajar el nombre de Dios a su nivel.
Cuando escuché a Dios ese día en mi auto y me inundaron todos esos pensamientos de temor, comencé a preguntarle acerca de todas ellas como una niña ensimismada en un pequeño berrinche. Para cada una Él tenía una respuesta perfecta que calmaba mi ansiedad al instante. Cuando terminé mi interrogatorio y Él me hubo contestado con tanto amor y paciencia me dijo algo que me hizo estremecer.
-- "¿Recuerdas cuando te prometí, 'Yo te guiaré y tú me seguirás'?"
-- "Sí, Señor," le respondí con mis mejillas bañadas en lágrimas.
-- "Pues, déjame guiarte. Confía."
No hubo otro sonido durante el resto del viaje. Él y yo permanecimos allí, juntos, sin palabras, aunque ya las palabras no eran necesarias. Fui llenada de una paz que no podía explicar. Al llegar a casa, aún sentada en mi auto escribí todo lo que había escuchado al Señor decir. Cuando entré y le conté a mi esposo mi experiencia, él me confesó que Dios le había hablado lo mismo hacía dos semanas, pero por temor no me había dicho nada. Mas cuando leyó lo que copié en esa hoja de papel su temor, al igual que el mío se fue y dijo, "Bueno, entonces nos mudaremos a Dallas." Así hicimos, sin mirar atrás--como Abraham. El último día de este mes cumpliremos un año de haber seguido la dirección Texas y no podemos estar más felices.
En ese momento en mi auto donde hubo silencio, supe lo que realmente significa cuando Dios te calla de amor (Sofonías 3:17). Ese amor literalmente ahuyentó todo mi temor (1 Juan 4:18) y tuve paz. El único sonido era en mi espíritu al sentir el mismo latir del corazón de Dios sincronizando el mío a Su perfecto plan. Realmente en este corto tiempo, hemos visto la mano de Dios sobre todo lo que hemos emprendido. Hemos visto un incremento de bendiciones en nuestras vidas como familia y ministerio. Ninguno de nuestros méritos se debe a nosotros, sino de Aquél que nos ha guiado hasta aquí. Todo porque confiamos en Él. Sabemos que es Él quien nos lleva de la mano y no nos dejará desamparados.
¿Qué retos te está lanzando Dios? ¿Cómo está Dios estirando tu fe? Sea cual sea tu circunstancia, no temas. Si Dios es contigo, ¿quién o qué puede contra ti? Elige la mejor alternativa, confía.
¿Qué retos te está lanzando Dios? ¿Cómo está Dios estirando tu fe? Sea cual sea tu circunstancia, no temas. Si Dios es contigo, ¿quién o qué puede contra ti? Elige la mejor alternativa, confía.
Oración del Día:
"Amado Dios. Gracias por enseñarme que la clave de vencer el temor es confiar en Ti. Hoy decido seguirte y aceptar los retos que le lanzas a mi fe, sabiendo que Tu eres Dios fiel y nunca me fallarás ni me abandonarás. Dame la sabiduría y la fuerza para obedecerte en todo. Tú eres mi vida y mi sustento y sé que no pondrás sobre mí carga mayor de la que puedo llevar en Tu nombre. En el nombre de Jesús, Amen."
-----English-----
21 Days of Fasting and Prayer for UNITY
WEEK 2 FOCUS:
- A spirit of patience and tolerance with our fellow man.
- A strong manifestaton of forgiveness towards others and towards ourselves.
- Restoration of important relationships that have been broken.
Day 14
TRUST
«For all who are led by the Spirit of God are children of God. So you have not received a spirit that makes your fearful slaves. Instead, you received God's Spirit when he adopted you as his own children. Now we call him, "Abba, Father."»
-Romans 8:14-15 (NLT)
«Commit your way to the Lord, trust also in Him, and He shall bring it to pass.»
-Psalms 37:5 (NKJV)
One day a couple of years ago, I was in my car alone, driving home. I was going through a crossroads in my life. My husband and I had been feeling for some time that change was in the air, but we weren't certain what exactly was going to change. After debating with myself for a while in my car, I finally asked God the question that I hadn't yet, because I was a little afraid of what His answer might be.
I said, "Lord, it would be so easy to stay where I am, comfortable, in route to be fulfilled as a wife, start being a mom, and settle down. But there are many possibilities in my future if I don't. What should I do?" Suddenly, I felt the presence of the Holy Spirit manifest in my car, as if his weight of glory had sat down right beside me. I began to tremble and my hairs stood straight up as I heard His audible voice as a strong vibration in my chest when he answered, "I do not know you to be one to choose 'easy.' You know what you must do. You're moving to Dallas."
This was the way in which God convinced me of the great change that was coming to my life, my family, and my ministry. Up to that moment (and for six years already) I'd happily lived in Orlando, Florida, very close to my grandparents--especially my Grandma Nancy, whom I love, admire, and respect most on this earth, after my mother. Previously in 2007, God had called us to move out of Puerto Rico, where I grew up. We did so, thus accepting God's challenge to learn how to fully depend on Him. So we'd moved to Orlando, the only place where we had family that would understand and support us in our transition.
Truth is, when we moved from Puerto Rico, we did so without a final destination yet revealed. We just promised God that we'd follow His direction wherever it took us. However, as the years went by we got well-acquainted and accommodated in the beautifully organized sunny-green Floridian land of Orlando. We supposed that, since God hadn't said anything, we just weren't moving. It was just at that very moment when we were starting to get comfortable in God's provision and place for the season (which would allow us to buy our first home and thus start welcoming the little ones in the near future) that God surprised me with such a regal and evident way of directing me to move... again.
I must confess with all honesty that in the moment I did not rejoice, nor did I celebrate. I even forgot to thank God for the immense privilege of experiencing such a supernatural and beautiful encounter with Him. The only thing that seemed to overcome my mind was fear. Pure fear. I was afraid for the well-being of my grandparents in my absence. I was afraid to not find friends as those I'd called family in Florida. I was afraid for my provision. I was afraid to not have enough money to even make the move! Most of all, I feared finding myself in an unknown place, that is nothing like where I ever lived before. Whoa. Now, I have an idea of what must've been crossing Abraham's mind when God told Him to leave his land and his family to seek the land that God promised He'd would show him, but on the way. Not before heading out (Genesis 12).
You see, fear comes in all of a sudden and is very inopportune. It penetrates your heart and mind like a thousand needles seeking to bleed out your dreams. And it usually comes right in the moment you must obey God, with the only objective to birth doubt. Because when we doubt God, it is as if we were calling Him a liar. That is the end game of the enemy: try at all cost to drag God's name down to his low level.
When I listened to God that day in my car and was flooded with thoughts of fear, I began to ask Him about each one of these fears in the likeness to a 4-year-old me having a little tantrum. Yet, for each of my questions he had a perfect and fear-settling answer. When I was done with my interrogation, and He had answered all my silly questions with such love and patience, He told me something that shook me. I will never forget it.
-- "Do you remember when I promised that I would lead and you would follow?"
-- "Yes, Lord," I replied with thick tears drenching my face.
-- "Well, let Me lead. Trust me."
There was a no other sound for the rest of my drive. Him and I just stayed there, together without words. Yet, words were no longer necessary. I was filled with a peace that I cannot explain. When I arrived, I remained in my car, and wrote down all He said, still feeling Him so strong beside me. I later walked inside and told my husband what had just happened. To my surprise, he confessed that God had told Him the same thing two weeks prior, but he hadn't told me anything because of fear. He was feeling the same way I was! Yet, when he read what I had copied onto paper his fear was gone as mine was. He right away said, "Well, I guess we're moving to Dallas!" And so we did, without a flinch--just like Abraham. The last day of this month will be our first anniversary of following God's direction to Texas, and we couldn't be happier.
In that moment in my car when there were no more words left to say, was when I truly knew what it meant to be quieted with God's love (Zephaniah 3:17). And I found peace. The only sound was that of my spirit feeling God's heart syncing mine to His perfect plan. In this short time we have certainly seen the hand of God over every single one of our endeavors. We've witnessed an increase of blessings in our family and ministry. None of our merits are our own, but belong to He who has guided us thus far. All because we trust Him. We know that He takes us by the hand and will never forsake us.
What is God challenging you to do? How and through what is He stretching your faith? Whatever your circumstances, be not afraid. If God is with you, who or what can be against you? Pick the best choice, trust.
I said, "Lord, it would be so easy to stay where I am, comfortable, in route to be fulfilled as a wife, start being a mom, and settle down. But there are many possibilities in my future if I don't. What should I do?" Suddenly, I felt the presence of the Holy Spirit manifest in my car, as if his weight of glory had sat down right beside me. I began to tremble and my hairs stood straight up as I heard His audible voice as a strong vibration in my chest when he answered, "I do not know you to be one to choose 'easy.' You know what you must do. You're moving to Dallas."
This was the way in which God convinced me of the great change that was coming to my life, my family, and my ministry. Up to that moment (and for six years already) I'd happily lived in Orlando, Florida, very close to my grandparents--especially my Grandma Nancy, whom I love, admire, and respect most on this earth, after my mother. Previously in 2007, God had called us to move out of Puerto Rico, where I grew up. We did so, thus accepting God's challenge to learn how to fully depend on Him. So we'd moved to Orlando, the only place where we had family that would understand and support us in our transition.
Truth is, when we moved from Puerto Rico, we did so without a final destination yet revealed. We just promised God that we'd follow His direction wherever it took us. However, as the years went by we got well-acquainted and accommodated in the beautifully organized sunny-green Floridian land of Orlando. We supposed that, since God hadn't said anything, we just weren't moving. It was just at that very moment when we were starting to get comfortable in God's provision and place for the season (which would allow us to buy our first home and thus start welcoming the little ones in the near future) that God surprised me with such a regal and evident way of directing me to move... again.
I must confess with all honesty that in the moment I did not rejoice, nor did I celebrate. I even forgot to thank God for the immense privilege of experiencing such a supernatural and beautiful encounter with Him. The only thing that seemed to overcome my mind was fear. Pure fear. I was afraid for the well-being of my grandparents in my absence. I was afraid to not find friends as those I'd called family in Florida. I was afraid for my provision. I was afraid to not have enough money to even make the move! Most of all, I feared finding myself in an unknown place, that is nothing like where I ever lived before. Whoa. Now, I have an idea of what must've been crossing Abraham's mind when God told Him to leave his land and his family to seek the land that God promised He'd would show him, but on the way. Not before heading out (Genesis 12).
You see, fear comes in all of a sudden and is very inopportune. It penetrates your heart and mind like a thousand needles seeking to bleed out your dreams. And it usually comes right in the moment you must obey God, with the only objective to birth doubt. Because when we doubt God, it is as if we were calling Him a liar. That is the end game of the enemy: try at all cost to drag God's name down to his low level.
When I listened to God that day in my car and was flooded with thoughts of fear, I began to ask Him about each one of these fears in the likeness to a 4-year-old me having a little tantrum. Yet, for each of my questions he had a perfect and fear-settling answer. When I was done with my interrogation, and He had answered all my silly questions with such love and patience, He told me something that shook me. I will never forget it.
-- "Do you remember when I promised that I would lead and you would follow?"
-- "Yes, Lord," I replied with thick tears drenching my face.
-- "Well, let Me lead. Trust me."
There was a no other sound for the rest of my drive. Him and I just stayed there, together without words. Yet, words were no longer necessary. I was filled with a peace that I cannot explain. When I arrived, I remained in my car, and wrote down all He said, still feeling Him so strong beside me. I later walked inside and told my husband what had just happened. To my surprise, he confessed that God had told Him the same thing two weeks prior, but he hadn't told me anything because of fear. He was feeling the same way I was! Yet, when he read what I had copied onto paper his fear was gone as mine was. He right away said, "Well, I guess we're moving to Dallas!" And so we did, without a flinch--just like Abraham. The last day of this month will be our first anniversary of following God's direction to Texas, and we couldn't be happier.
In that moment in my car when there were no more words left to say, was when I truly knew what it meant to be quieted with God's love (Zephaniah 3:17). And I found peace. The only sound was that of my spirit feeling God's heart syncing mine to His perfect plan. In this short time we have certainly seen the hand of God over every single one of our endeavors. We've witnessed an increase of blessings in our family and ministry. None of our merits are our own, but belong to He who has guided us thus far. All because we trust Him. We know that He takes us by the hand and will never forsake us.
What is God challenging you to do? How and through what is He stretching your faith? Whatever your circumstances, be not afraid. If God is with you, who or what can be against you? Pick the best choice, trust.
Today’s Prayer:
“Dear God, thank you for teaching me that the key to overcoming fear is to trust You. Today I decide and accept the challenges you are setting before me. I know that Your are a faithful God and You will never fail or forsake me. Give me wisdom and strength to obey you in everything. You are my life and You sustain it. I know that you will never give me a greater burden than what I can carry in Your name. In Jesus’ name I pray, Amen.”
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